Ora con Humildad
La verdadera oración no nace del orgullo, sino de un corazón humilde y sincero. En este devocional, reflexionamos sobre cómo acercarnos a Dios con humildad, reconociendo nuestra necesidad de Su gracia y misericordia.
DEVOCIONALES
1/19/20252 min read
Texto Bíblico:
"Os digo que este descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido."
— Lucas 18:14 (RVR1990)
Reflexión Personal:
A menudo, al acercarnos a Dios, podemos caer en la trampa de compararnos con otros, pensando que nuestras acciones nos hacen más merecedores de Su gracia. Tal vez oramos diciendo: “Gracias, Señor, porque no soy como ellos”, y sin darnos cuenta, nos parecemos al fariseo de la parábola.
De niño, pensaba que Dios escuchaba más a las personas que oraban con palabras elaboradas o que tenían una vida impecable. Sin embargo, al leer esta parábola, entendí que Dios mira el corazón y no la longitud o la belleza de nuestras palabras. Jesús mismo nos enseñó a orar con humildad, como lo hizo en el huerto de Getsemaní: “Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú.” (Mateo 26:39).
La humildad en la oración no es solo reconocer nuestra condición de pecadores, sino también depender completamente de Dios. Cuando oramos con un corazón humilde, admitimos que no podemos hacer nada sin Él, que necesitamos Su misericordia, guía y fortaleza.
Dios no busca perfección en nuestras oraciones; busca sinceridad. Cuando nos presentamos ante Él con humildad, reconociendo nuestra necesidad, Él responde con gracia y nos exalta en Su tiempo.
Oración:
Padre celestial, reconozco que soy pecador y que necesito Tu gracia y misericordia cada día. Ayúdame a orar con humildad, a depender completamente de Ti y a nunca confiar en mis propias fuerzas o méritos. Examina mi corazón, límpiame de todo orgullo y enséñame a vivir en obediencia y gratitud. Gracias por escucharme y aceptarme tal como soy. En el nombre de Jesús, amén.
Contexto Histórico:
En Lucas 18:9-14, Jesús narra la parábola del fariseo y el publicano como una advertencia contra la autojustificación y la arrogancia espiritual. Los fariseos eran vistos como los más piadosos y cumplidores de la Ley, mientras que los publicanos (recaudadores de impuestos) eran despreciados por su corrupción y trato con los romanos. Al contrastar las oraciones de ambos hombres, Jesús subraya que Dios no se impresiona con apariencias externas, sino que busca un corazón humilde y contrito.
El fariseo oraba consigo mismo, lleno de orgullo por su aparente justicia, mientras menospreciaba al publicano. En cambio, el publicano, consciente de su pecado, ni siquiera se atrevía a levantar los ojos al cielo. Su oración breve pero sincera: “Dios, sé propicio a mí, pecador”, fue aceptada por Dios.
Aplicación:
Examina tu corazón: Antes de orar, pide al Espíritu Santo que revele cualquier orgullo en tu corazón.
Ora con sinceridad: Habla con Dios desde lo más profundo de tu ser. No necesitas palabras perfectas, solo un corazón dispuesto a ser transformado.
Valora la misericordia de Dios: Cada día, agradece a Dios por Su gracia inmerecida. Recuerda que no hay nada que podamos hacer para ganarnos Su amor; es un regalo que Él nos da libremente.
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