La Naturaleza del Amor
No permitas que el dolor, la ingratitud o el rechazo cambien lo que eres. Ama, perdona y haz el bien, no porque otros lo merezcan, sino porque es lo que Dios ha puesto en tu corazón.
REFLEXIONES DE VIDA
3/4/20253 min read
En un tranquilo pueblo rodeado de colinas y ríos, vivía don Esteban, un anciano bondadoso y respetado por su sabiduría. Se le conocía por su paciencia y su corazón compasivo. Un día, mientras caminaba junto al río, vio a un perro pequeño que había caído al agua y luchaba por mantenerse a flote.
Sin pensarlo dos veces, don Esteban se acercó al borde y estiró su mano para salvar al animal. Sin embargo, en su desesperación, el perro le mordió la mano con fuerza. El anciano se retiró por un momento, observando cómo la corriente seguía arrastrando al indefenso animal.
Con una leve sonrisa y sin mostrar enojo, volvió a intentarlo, pero una vez más, el perro lo mordió. Su mano sangraba, pero su determinación no menguó.
Un joven que pasaba por allí se detuvo a observar la escena. Al ver lo que ocurría, le gritó:
—¡Don Esteban, déjelo! Ese perro lo ha mordido dos veces. No merece su ayuda.
El anciano no respondió y, con un movimiento rápido, finalmente logró sujetar al perro con firmeza y sacarlo del agua. El animal, exhausto y tembloroso, se acurrucó en los brazos de su salvador.
Don Esteban se giró hacia el joven y, con una mirada llena de ternura, le dijo:
—Hijo mío, la naturaleza del perro es morder cuando tiene miedo, pero mi naturaleza es ayudar cuando alguien lo necesita. No dejaré que su miedo cambie lo que soy.
El joven quedó en silencio, reflexionando sobre aquellas palabras.
Reflexión Final:
El amor de Dios no depende de quiénes somos ni de lo que hacemos. Dios ama porque Su naturaleza es amar (1 Juan 4:8). Su amor es inmutable, inagotable y no está condicionado a nuestra respuesta.
Jesús nos mostró el amor de Dios con Su vida y sacrificio. Él no esperó a que fuéramos dignos para amarnos; nos amó aun cuando éramos pecadores. Como dice Romanos 5:6-8:
"Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos... Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros."
Jesús nos enseñó a reflejar ese amor en nuestra vida diaria. Nos llamó a amar no solo a los que nos tratan bien, sino también a quienes nos rechazan, nos ofenden o nos lastiman. En Mateo 5:44-45, dijo:
"Amad a vuestros enemigos... para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos."
El amor de Dios no cambia, incluso cuando le fallamos. Si Él nos ama así, también nosotros debemos amar sin esperar nada a cambio. Jesús amó a quienes lo traicionaron, a quienes lo negaron y a quienes lo crucificaron, y nos llama a hacer lo mismo.
La historia de don Esteban nos recuerda que nuestra respuesta al mundo no debe estar basada en cómo nos tratan los demás, sino en la naturaleza de Cristo que vive en nosotros. Como el anciano que salvó al perro, Jesús extendió Sus manos en la cruz, no por los justos, sino por los pecadores, por aquellos que lo despreciaron y lo rechazaron. Su amor es el mayor ejemplo de que debemos seguir amando, incluso cuando somos heridos.
No permitamos que el odio, la ingratitud o el rechazo cambien nuestra esencia. Seamos reflejos del amor incondicional de Dios, extendiendo gracia y misericordia como Él lo hizo con nosotros.
Preguntas para Reflexionar:
¿Amas a los demás con la misma gracia con la que Dios te ama?
¿Cómo puedes reflejar el amor incondicional de Jesús en tu vida diaria?
¿Has dejado de amar o de hacer el bien porque alguien te ha tratado mal?
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