La Carga en Sus Manos

Brenda siempre había sido una persona precavida, evitando cualquier situación que la pusiera en riesgo. Sin embargo, cuando sus amigos la invitaron a escalar, sintió que era el momento de desafiar sus miedos. Aunque aterrada, aceptó.

Brenda revisó una vez más su equipo de escalada, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza. Desde niña había tenido miedo a las alturas, pero sus amigos la habían convencido de acompañarlos en esta nueva aventura.

—No te preocupes —le dijo Sofía, su mejor amiga—. Solo tienes que confiar en la cuerda y en tu equipo.

Brenda asintió, aunque su mente estaba llena de dudas. Antes de comenzar la escalada, miró hacia el cielo y susurró:

—Señor, dame fuerzas.

Con determinación, tomó la cuerda y comenzó a subir por la imponente pared de granito.

A mitad de camino, Brenda encontró una pequeña cornisa donde pudo detenerse a recuperar el aliento. Mientras ajustaba su postura, un golpe repentino de la cuerda en su rostro la hizo parpadear con fuerza.

—¡Oh, no! —murmuró con desesperación, llevándose las manos a la cara.

Su lente de contacto había salido disparado.

Miró a su alrededor con ansiedad, esperando encontrarlo en la cornisa, pero no estaba allí. Su visión borrosa hacía aún más difícil la búsqueda.

—No puede ser… —susurró, sintiendo una mezcla de miedo y frustración.

La desesperación la invadió. Sin su lente, su visión era borrosa, y aún tenía que llegar a la cima. Sintió enojo, impotencia y frustración. En ese momento, recordó un versículo que había aprendido de niña:

"Los ojos del Señor recorren toda la tierra, para fortalecer a los que tienen un corazón perfecto para con Él" (2 Crónicas 16:9).

Sin saber qué más hacer, inclinó su cabeza y oró:

—Señor, Tú que ves toda la tierra y conoces cada rincón de esta montaña, ayúdame a encontrar mi lente. No sé cómo, pero confío en Ti.

Tomó aire, se aseguró de nuevo a la cuerda y continuó escalando hasta la cima.

En la base de la montaña, un grupo de hormigas exploradoras avanzaba en fila, buscando provisiones para su colonia. Una de ellas, llamada Zira, notó algo extraño en su camino: un objeto transparente y curvado.

—¡Alto! —exclamó, deteniendo la marcha de sus compañeras.

—¿Qué es eso? —preguntó otra hormiga con curiosidad.

—No lo sé —respondió Zira—, pero siento de parte de Dios que no podemos dejarlo aquí.

Las hormigas intentaron moverlo, pero era demasiado pesado para ellas.

En ese momento, Zira levantó su pequeña cabeza y oró:

—Señor, no entiendo por qué encontré esto ni por qué es tan difícil de llevar, pero si es Tu voluntad, lo haré.

Con un esfuerzo increíble, las hormigas comenzaron a empujar el lente, avanzando lentamente hacia la base de la montaña.

Brenda y su grupo finalmente llegaron al suelo después del descenso. Aún desanimada por su lente perdido, se sentó en una roca mientras los demás celebraban la escalada.

De repente, un escalador del siguiente grupo gritó:

—¡Eh, chicos! ¿Alguien ha perdido un lente de contacto?

Brenda giró rápidamente hacia él.

—¡Sí, sí, es mío! —exclamó, corriendo hacia el escalador.

Él señaló el suelo, donde una pequeña hormiga caminaba lentamente arrastrando el lente.

—¿Cómo es posible? —susurró Brenda con lágrimas en los ojos.

Recogió el lente con delicadeza y lo limpió mientras su corazón se llenaba de gratitud.

—Gracias, Dios… y gracias pequeña hormiga—susurró, conmovida por lo que acababa de presenciar.

Mientras tanto, en su diminuto mundo, Zira y sus compañeras observaron cómo la humana recogía el objeto.

—¡Lo logramos! —dijo una hormiga entusiasmada.

—No sé exactamente por qué Dios quería que lleváramos esto —dijo Zira—, pero ahora entiendo que todo tiene un propósito.

Brenda, por su parte, compartió la historia con su grupo, quienes quedaron asombrados por la forma en que Dios había respondido su oración.

—No entiendo cómo una simple hormiga pudo ayudarme, pero Dios ve todo y tiene formas misteriosas de actuar —dijo, aún maravillada.

Cuando Brenda regresó a casa, le contó la historia a su padre, quien era dibujante de cómics. Conmovido por el milagro, decidió ilustrarlo en una historia para compartir con el mundo.

En el cómic, dibujó a una pequeña hormiga llevando el lente y, sobre ella, escribió una oración:

"Señor, no sé por qué me has dado esta carga. Es pesada y no la entiendo. Pero si Tú quieres que la lleve, lo haré por Ti."

Brenda miró la ilustración y sonrió.

—Papá, esto es más que un simple milagro. Es la prueba de que Dios escucha cada oración, sin importar lo pequeña que sea.

Él asintió y dijo:

—Sí, y es un testimonio que debe ser contado.

Juntos, oraron:

"Señor, gracias por recordarnos que siempre estás presente y que todo tiene un propósito en Tu plan. Ayúdanos a confiar en Ti, incluso cuando no entendamos lo que está pasando. Amén."

Reflexión Final:

"Echad toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros" (1 Pedro 5:7).

A veces llevamos cargas pesadas sin entender por qué Dios nos permite pasar por ciertas situaciones. Como la hormiga con el lente, no siempre vemos el propósito detrás de lo que llevamos. Pero cuando confiamos en Dios y seguimos adelante en obediencia, Él obra en formas inesperadas.

La historia de Brenda nos recuerda que Dios ve todo, escucha cada oración y responde en Su tiempo y a Su manera. No importa cuán grande o pequeña sea nuestra necesidad, su mirada está puesta en nosotros y Su amor nos sostiene.

Así como las hormigas cumplieron un propósito sin entenderlo, nosotros también podemos confiar en que Dios nos usa para Su gloria.

Preguntas para Reflexionar:

1. ¿Has experimentado un momento en el que Dios respondió una oración de una manera inesperada?

2. ¿Cómo puedes confiar en Dios cuando enfrentas pruebas que parecen no tener sentido?

3. ¿Hay alguna carga que necesitas entregar a Dios hoy para que Él la use con un propósito mayor?