Habéis recibido el espíritu de adopción

El apóstol Pablo, en Romanos 8:15, nos recuerda la profunda transformación que ocurre cuando somos adoptados en la familia de Dios. Este versículo nos revela que no vivimos bajo el temor, sino en una relación íntima con Dios como nuestro Padre amoroso. Esta promesa nos asegura identidad, seguridad y acceso a la comunión con Él.

PROMESAS DE DIOS

12/22/20242 min read

3 brown hand with white background
3 brown hand with white background
La forma más sencilla que tiene un niño para llamar a su padre

El regalo más precioso que Dios nos puede dar es Él mismo. El Espíritu Santo, llamado el Espíritu de adopción o el Espíritu de filiación, es el mismo Espíritu de Dios. Su presencia en nuestras vidas es una señal de que pertenecemos a Dios. Hemos nacido de nuevo y somos hijos de Dios y parte de Su maravillosa familia. El Espíritu del Dios viviente reside en nosotros y da testimonio a nuestro espíritu de que somos herederos de Dios y coherederos con Jesús. La única respuesta apropiada que podemos tener es clamar desde lo más profundo de nuestro ser las palabras “¡Abba, Padre!”.

"Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!"

Romanos 8:15 (RVR 1960)

Análisis de la Promesa:

  1. "No habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor":
    Antes de conocer a Cristo, vivíamos bajo la esclavitud del pecado y el temor al juicio. Pero ahora, en Cristo, somos libres. El temor ya no domina nuestra relación con Dios; hemos sido liberados de esa opresión.

  2. "Sino que habéis recibido el espíritu de adopción":
    La adopción es un acto de amor soberano. Dios no solo nos perdonó, sino que nos hizo parte de Su familia. Este "espíritu de adopción" es el Espíritu Santo, quien confirma nuestra posición como hijos de Dios.

  3. "Por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!":
    La palabra "Abba" es un término en lengua aramea que significa "papá". Esto nos muestra que nuestra relación con Dios es cercana y afectuosa, no distante o formal. Podemos acudir a Él con confianza y amor, sabiendo que nos escucha como un padre amoroso escucha a sus hijos.

Desafío Diario:

  • Recuerda tu Identidad: Al comenzar el día, declara en oración: "Soy hijo/a de Dios. No tengo temor porque mi Padre celestial está conmigo".

  • Habla a Dios con Confianza: Ora con la confianza de un hijo hacia su padre amoroso. Dile a Dios lo que sientes, sabiendo que Él te escucha y te comprende.

  • Vive como Hijo/a de Dios: Deja que esta verdad transforme tus acciones. Vive con seguridad, amor y gratitud, sabiendo que tienes un Padre celestial que te cuida.

Esta promesa nos asegura que ya no vivimos en temor o alienación, sino en una relación de amor con Dios. Somos hijos amados, y nuestra identidad y seguridad están firmemente arraigadas en Él. Como hijos, tenemos acceso a Su presencia, dirección y protección, disfrutando de Su compañía a diario.