El Lago y la Lección del Perdón

El dolor es inevitable, pero el amargor no tiene que serlo. A través de esta historia, reflexionamos sobre cómo Dios, con Su agua viva, puede transformar nuestras cargas y sanar nuestras heridas.

REFLEXIONES DE VIDA

1/17/20254 min read

brown wooden dock near calm body of water surrounded by trees
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Mateo llevaba años luchando con una herida profunda. Su mejor amigo, la persona en quien más confiaba, le había arrebatado a la novia con la que soñaba un futuro. Aunque el tiempo había pasado, el dolor, la traición y el resentimiento seguían vivos en su corazón.

Un día, animado por algunos compañeros de la iglesia, Mateo asistió a un campamento espiritual en las afueras de la ciudad. El lugar era hermoso, rodeado de naturaleza, y en el centro había un gran lago de aguas tranquilas que reflejaba el cielo azul. Durante las actividades del campamento, los asistentes participaron en enseñanzas, alabanzas y momentos de reflexión.

En una de las sesiones, un maestro compartió una enseñanza sobre el perdón basada en Colosenses 3:13: “Soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros, si alguno tuviera queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros.” Las palabras del maestro resonaron profundamente en el corazón de Mateo, quien sintió la necesidad de hablar sobre su lucha.

Al final de la lección, Mateo se acercó al maestro mientras todos se dispersaban.
Perdón, maestro, ¿puedo hablar con usted? —preguntó, con una mezcla de timidez y urgencia.

El maestro lo miró con amabilidad y asintió.
Por supuesto, hijo. ¿Qué tienes en tu corazón?

Mateo respiró profundamente y comenzó a contarle su historia. Le habló de la traición de su amigo, del dolor que había cargado durante años y de cómo ese resentimiento lo había alejado incluso de su propia paz espiritual.
Quiero perdonar, maestro, pero no puedo. Cada vez que lo intento, siento que el resentimiento vuelve más fuerte.

El maestro escuchó atentamente, y después de un momento de reflexión, dijo:
Ven conmigo, Mateo. Quiero mostrarte algo.

Los dos caminaron hacia el lago, donde las aguas tranquilas brillaban bajo el sol de la tarde. El maestro tomó un vaso de agua y un pequeño paquete de sal que llevaba consigo.
Mateo, toma esta sal y pon una cucharada en el vaso.

Mateo obedeció y mezcló la sal con el agua.
Ahora, prueba el agua —instruyó el maestro.

Mateo hizo una mueca al beberla.
¡Está amarga!

El maestro asintió y luego le entregó otra cucharada de sal.
Ahora, arroja esta sal al lago.

Mateo lanzó la sal al agua y observó cómo desaparecía en las profundidades.
Ahora, toma un poco de agua del lago y bébela.

Mateo se inclinó, bebió un sorbo y sonrió.
Está fresca y limpia. No sabe a sal.

El maestro se sentó junto a él y dijo:
Mateo, el dolor y el resentimiento son como esa sal. En la vida, no podemos evitar que existan, pero lo que marca la diferencia es el recipiente en el que los ponemos. Si tu corazón es como este pequeño vaso, cualquier cantidad de dolor lo llenará de amargura. Pero si permites que tu corazón se expanda, como este lago, el resentimiento perderá su poder.

Mateo lo miró, reflexionando profundamente.
¿Cómo puedo hacer eso?

El maestro sonrió y señaló el lago.
Solo hay una forma: dejar que el agua viva de Dios llene tu corazón. Jesús nos dijo en Juan 4:14: “El que beba del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás. Porque el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que brote para vida eterna.” Deja que esa agua viva fluya en ti, purificando tus heridas y transformando tu dolor en paz.

Esa noche, mientras Mateo observaba el lago bajo la luz de las estrellas, oró como nunca antes:
Señor, no puedo hacerlo solo. Llena mi corazón con Tu agua viva. Expande mi alma para que el resentimiento ya no tenga lugar en mí. Ayúdame a perdonar como Tú me has perdonado.

En ese momento, sintió una paz que no había experimentado antes, como si el agua del lago hubiera calmado no solo su mente, sino también su espíritu. Mateo entendió que el perdón no era un sentimiento, sino una decisión que podía tomar con la ayuda de Dios.

A partir de ese día, Mateo comenzó a caminar con un corazón más ligero, confiando en que el agua viva de Dios continuaría obrando en él, transformando cada herida en una oportunidad para reflejar la gracia de Cristo.

Reflexión Final:

El dolor y el resentimiento nos limitan, llenando nuestro corazón de amargura como un vaso pequeño que no puede contener más. Pero cuando permitimos que el agua viva de Dios fluya en nuestras vidas, Él nos purifica, nos sana y nos capacita para perdonar.

El agua no solo es esencial para la vida, sino también un poderoso símbolo espiritual. En Génesis, representa el comienzo de la creación, y en el Nuevo Testamento, es un símbolo de vida eterna. Jesús nos invita a beber de Su agua viva para que nuestras vidas puedan desbordar paz, amor y templanza. Como dice Gálatas 5:22-23, estos frutos del Espíritu solo pueden florecer en un corazón lleno de la gracia de Dios.

Si hoy llevas el peso del resentimiento, recuerda que no estás diseñado para cargarlo solo. Deja que el agua de Dios fluya en ti, purifique tu corazón y lo transforme en un lago donde los dolores pierdan su poder.

Preguntas para Reflexionar:

  1. ¿Qué heridas o resentimientos estás cargando que necesitan ser entregados a Dios?

  2. ¿Cómo puedes permitir que la gracia de Dios expanda tu corazón y transforme tu dolor en paz?

  3. ¿Qué pasos prácticos puedes tomar hoy para perdonar y dejar ir el pasado?